Heracles, Azote de Grecia [Tercera parte]


Intervensión de Heracles en la Gigantomaquia
 
    Heracles (o Hércules) intervino decisivamente en la lucha de los Olímpicos contra los monstruos gigantes que querían apoderarse de la morada de los dioses. El Oráculo había predicho que la batalla contra los gigantes (Gigantomaquia) sólo se decidiría a favor de los inmortales si intervenía en ella un mortal singular, y Heracles era el elegido, ya que los monstruosos seres eran invulnerables a las armas divinas y existía una hierba capaz de hacerlos inmortales para siempre. Zeus, que conocía todas estas circunstancias, prohibió a la Aurora, al Sol y a la Luna que alumbraran, y así Gea pudo encontrar la milagrosa hierba para dársela a sus hijos, mientras Atenea había dado con Heracles y le había convocado para la lucha.

    Uno a uno los Gigantes fueron muriendo a manos de Heracles, tal como ya mencionamos en la Gigantomaquia, y los celestiales experimentaron un extraordinario agradecimiento por la ayuda que les había prestado. Zeus le concedió el nombre de Olímpico, sinónimo de valiente entre los valientes. Sin embargo, no todos los inmortales estaban contentos y Hera, cuyos celos aumentaban día a día en contra del hijo bienamado de su esposo, puso en práctica una vez más su venganza.


Heracles da muerte a sus hijos habidos con Megara

    En cierta ocasión Zeus se había dejado llevar por un comprensible rapto de fanfarronería personal y, antes de que naciera Heracles, había confesado que el primer nieto que naciera descendiente del héroe Perseo sería rey y señor de Micenas, el país de los argivos. Al decir esto pensaba en el hijo que había engendrado en Alcmena. Hera que estaba al quite, hizo que antes viniera al mundo Euristeo, también descendiente de Perseo, y fue éste el soberano de Micenas en lugar de Heracles.

    Celoso Euristeo de la fama alcanzada por Heracles, ordenó que se pusiera a su servicio y que realizara algunas misiones a mayor honra y gloria del propio Zeus. Heracles se resistía, pero Zeus, aun cuando las cosas no hubieran seguido el camino que él imaginaba, considerando que era un desacato  por parte de su hijo negarse a cumplir lo solicitado, manifestó a Heracles que debía ponerse al servicio de Euristeo. El héroe consultó entonces al Oráculo de Delfos y recibió la extraordinaria predicción de que si llevaba a cabo diez trabajos mandados por Euristeo terminaría la supremacía de éste y alcanzaría la inmortalidad. Pensativo, porque por un lado le repugnaba servir a un hombre inferior a él, pero tampoco quería desobedecer a su padre, Heracles se hallaba meditando ante este dilema, cuando Hera introdujo la locura en su mente y mató a sus hijos habidos con Megara, creyendo que eran quizá los de Euristeo o bien que todavía se hallaba luchando contra los gigantes.


    Repuesto de la locura y al darse cuenta de lo que había hecho, cayó en una desesperación y un abatimiento sin límites, y entonces, para purificarse de la culpa, entró al servicio de Euristeo, cosa que tanto le repugnaba. Éste le ordenó los famosos trabajos que había predicho el Oráculo.
Por vez primera hazañas prodigiosas iban a ser realizadas por un humano, bien que tuviera una parte inmortal, pero ya no eran titanes, gigantes, monstruos o dioses los que arrollaban obstáculos y ejecutaban lo imposible. De Zeus había nacido un héroe de fuerza extraordinaria que daría prestigio a la raza humana y al que seguirían otros muchos, hasta que se consumara la destrucción de Troya. A partir de ella los héroes van extinguiéndose en el recuerdo humano y sólo quedará de ellos la idealización del mito. La Hélade ha entrado plenamente en la historia.


Referencias: Heracles, Primera Parte
                       Heracles, Segunda Parte

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